UNIVERSO, MUNDO, SUELO, FIRME, PISO, BARRO, ARCILLA, PATRIA, PAÍS, NACIÓN, REGIÓN, PUEBLO, TERRENO, CAMPO, CULTIVO                   Samuel Lasso, 1991 Pasto, Colombia

 

“El brillo y la luminosidad de la piedra aparentemente debidas a la gracia del sol, sin embargo, hacen que se muestre la luz del día, la amplitud del cielo, lo sombrío de la noche.”

Martin Heidegger, El origen de la obra de arte

Tierra, a través de muchos de sus sinónimos posibles, es la palabra que elije Samuel Lasso para dar título a la presente exhibición. Como palabra-madre, y como madre-tierra que también es, abarca tanto la partícula minúscula del barro como la formación extendida que tiene cuando es piso o terreno. Así también, la palabra en cuestión incluye estadios sociales cuando es pueblo o cultivo, llegando a una máxima expresión como mundo o universo.

Sin duda la tierra, en sus variadas acepciones, es atravesada por este artista, porque a su vez la tierra traspasa el concepto y la materia de su obra. Él la elije y la recorre para entenderla y transformarla. La pisa, para luego mirarla. Un acto exploratorio para también mirar el cielo y el paisaje. Para mirarse a sí mismo y por sobre todo, para marcar el suelo, que no es lo mismo que marcar territorio.

Atravesado por el viaje, Lasso nos lleva a través de más de sesenta municipios del departamento de Nariño en Colombia, allí en donde habita su suelo natal. Su acción es un recorrido nuevo y un regreso al origen. Un camino en el que el artista busca el material de su trabajo, en un marco temporal de revisión y de reencuentro con un terreno que se percibe en todo sentido posible. Hay entonces una vuelta al origen propio y ajeno; al principio que, como una polvareda bíblica, habita mitos y leyendas.

En esta expedición artística de eterno retorno, Lasso recolecta materiales como quien cosecha el terreno: elige ciertas piedras, junta tierras de distinto color y temperatura, captura imágenes de cielos. Trabaja con el máximo respeto de quien siente que está viva la superficie de la tierra y su profundidad. Quizás con espíritu animista, o simplemente con el apego a aquello que como un recuerdo infantil ya poco se percibe, agarra rocas, nubes y laderas, en un sentido Heideggeriano en el que tener significa resguardar.

Porque si bien la obra de Lasso se materializa en dibujos, fotos, mapas, objetos y otros formatos menos categorizados, siempre conlleva aquella acción primera que la informa y que la retrotrae a esa fase primigenia y primordial. ¿Será por eso que en cada una de sus series se altera lo que se ve a primera vista? Sus muestrarios de tierras, dentro de pequeñasbolsas plásticas tridimensionales, parecen una gran pintura minuciosa a lápiz color. Sus dibujos en grafito negro sobre hoja blanca, se vuelven objetos tridimensionales extraídos de cuajo de una montaña, táctiles y olorosos. Por otra parte, piedras crudas e intactas revelan una linealidad expandida sobre un plano continuo, anulando el lado ornamental que generalmente tiene el objeto orgánico fuera de su contexto.

Recorrer esta muestra es entonces como leer un diario de viaje donde nos reencontramos con el suelo y con sus primeros habitantes en el presente mismo. Un recorrido en el que, gracias al trabajo preciosista del artista, ingresamos a una suerte de archivo latente que abraza los tiempos, y eso ya no es metáfora.

Melina Berkenwald