En el umbral de la sombra

Juan Sebastián Franco

(b. 1995)

La pintura de Juan Sebastián Franco (Bogotá, 1995) propone un ensayo visual sobre la aparición y el enigma. En su obra, el acto de pintar no es un ejercicio de representación, sino de invocación. La imagen no se construye, se revela: como un secreto que emerge desde lo profundo, como un truco que se ejecuta ante nuestros ojos pero cuyo mecanismo permanece oculto. Franco no pinta lo que ve, pinta lo que presiente. Por eso, su pintura no dice: sugiere, convoca, inquieta.

Su práctica se sitúa en la intersección entre el inconsciente, la teatralidad y la magia. En ella, lo pictórico funciona como un escenario donde se despliega el deseo de ocultarse y revelarse al mismo tiempo. El teatro, lo nocturno, el bosque: estos no son temas, sino dispositivos simbólicos que le permiten pensar la imagen como un espacio de transformación. El gesto pictórico es también un ritual, donde el lienzo deviene superficie de aparición.

Franco asume conscientemente el poder ambivalente de la imagen: su capacidad de fascinación y de perturbación, de atracción y rechazo. Como en la teoría junguiana, la figura que emerge no es meramente decorativa: es la sombra que nos habita, el doble que no queremos mirar. La pintura así se convierte en una forma de conocimiento no racional, donde el espectador no recibe un mensaje, sino una pregunta abierta. Desde la estética de la recepción, su obra invita a una experiencia hermenéutica activa: mirar no es consumir, sino interpretar, intuir, participar en el misterio.

En un tiempo que demanda claridad, transparencia y velocidad, Franco opta por la oscuridad, el espesor y el secreto. Lo suyo es un arte de lo que aparece para desaparecer, de lo que apenas se deja ver. En esa apuesta reside su fuerza: en devolverle a la pintura su dimensión mágica, simbólica y transformadora.


Juan Sebastián Franco (Bogotá, 1995) presents a visual essay on appearance and enigma. In his work, painting is not an act of representation, but of invocation. The image is not constructed—it is revealed: like a secret emerging from the depths, like a trick performed before our eyes whose mechanism remains concealed. Franco does not paint what he sees; he paints what he senses. That is why his painting does not declare—it suggests, summons, unsettles.

His practice sits at the crossroads of the unconscious, theatricality, and magic. Painting becomes a stage where the desire to hide and to reveal unfolds simultaneously. The theater, the night, the forest—these are not subjects, but symbolic devices that allow him to think of the image as a space of transformation. The painterly gesture becomes a ritual, where the canvas turns into a surface of apparition.

Franco consciously embraces the ambivalent power of the image: its ability to fascinate and disturb, to attract and repel. As in Jungian theory, the figure that emerges is not merely decorative—it is the shadow that inhabits us, the double we resist confronting. His painting becomes a form of non-rational knowledge, where the viewer does not receive a message but is instead faced with an open-ended question.

From the perspective of reception aesthetics, his work invites a hermeneutic experience: looking is not consuming, but interpreting, intuiting, participating in the mystery. In a time that demands clarity, transparency, and speed, Franco chooses darkness, depth, and secrecy. His is an art of appearances that vanish—of that which barely allows itself to be seen. That is where its power lies: in restoring to painting its magical, symbolic, and transformative dimension.