La obra de Maria Isabel Rueda es una telaraña tejida a través de la fotografía y del dibujo. Con la primera Rueda se comporta como una insaciable coleccionista de singularidades, imposibles pero resistentes, de identidades concebidas como alternativas a la expression esteriotipada de la norma: desde la manifestación plena de un estilo (Vampiros en la Sabana, 2003) hasta íconos migrantes y transfigurados (lo uno y lo otro, 2004). En otras ocasiones, se deja llevar por la gramática implycita de los lugares, descifrando su potencia vital (Mas allá, 2009).
Rueda, suele hablar de la fotografía como una excusa para entablar una relación, aunque sea breve y experimentar empatía e incluso afecto por alguien desconocido. Si la fotografía es el input afectivo de su obra, el dibujo como complement, le permite el movimiento contrario, prolífico y expansive, el movimiento que en vez de captar libera.
Los dibujos de Rueda se despliegan como enredaderas, ocupando muchas veces el espacio en el que se ubican, trepando por los muros hasta el techo y el suelo. Se trata por lo general de imagines enraizadas fueremente en las expresiones del modernism, en la plastic y el diseño, en las cuales lo natural se torna extrañamente humano, mientras que las personas se ven felizmente viscerales habitando el nodo erótico donde surge el lenguaje, donde el dolor y el placer se confunden, justo antes de las palabras (The end 2006-2007; Felicidad Clandestina 2008; Horror Vacui 2008)
Texto Sylvia Suárez @ 2014 Red de Artistas del Caribe